Se mece lento el suave poderío,

tarda en reverdecer el pacará.

Con su cuerpo imponente y retorcido

como el torso salvaje de Laoconte

se afianza en el vigor de la vejez.

Su loor agreste es casi imperceptible;

llegar tarde, ser viejo en primavera.

Qué primavera extraña... Madurada

como si fuese un don de la memoria.

Deseado esfuerzo y cruel renacimiento

que el pacará transforma hasta un extremo

de desnudez esbelta; filamentos

de verde tierno y transparente sombra.

¡Salva a tus hijos!, grita con su forma.

Ricardo Herrera (Argentina)